martes, 7 de mayo de 2013

Qué maravilloso es el mundo, a veces.



Por fin he roto a llorar, después de mantener esta angustia, esta opresión que desde hace semanas llevo encima, vuelvo a respirar. No de la mejor forma, pero sí la más efectiva.
Suena una de las cincuenta y siete canciones de su lista de Spotify, concretamente “Blanco y Negro” una canción que nunca me ha gustado, hasta hoy.

La escucho repetidas veces, como si fuese la solución al problema, como el alcohol que a pesar de saber que nos daña lo seguimos tomando sin control, salvo que esta termina aliviando de manera insana y no produce los diferentes síntomas físicos. Pero independientemente de ello me afecta de la misma manera.  
En parte echaba de menos esta sensación de soledad, de apartarme del mundo y despreocuparme de todo, de buscar una simple sonrisa en el momento más absurdo, una mueca de mí mismo que me diga, “Todo está bien” aunque en el fondo de mi alma se batalle por lo correcto o lo incorrecto, mis sentimientos se entremezclen en un bucle descontrolado y mi razón luche con el corazón.
Hoy no sé qué ha podido más, si la razón o el corazón, de verás no lo sé… Si lo supiera ¿Estaría en esta situación ahora?

He de admitir que he pensado en mí, es cierto, pero el dolor que tuve hace años no lo quería volver a repetir, fue tan perjudicial…
He de admitir que la quiero, pese a la decisión tomada, pero posiblemente me haya preocupado más de lo debido en temas sin sentido… ¿Cómo controlar tus pensamientos cuando amas en tan poco tiempo a alguien? La respuesta es simple, con gestos.

Sigue sonando la canción, ya sin ningún sentido para mis oídos, pues la única parte que me alivia de verás, es la que necesito personalmente. Cojo un libro, ese libro que resuelve todas mis dudas en temas de amor, y busco una de sus frases, una que me de identifique pero no encuentro ninguna.
Me vuelvo a derrumbar, esta vez repasando cada momento, cada ticket guardado en mi corcho, todos formando una breve pero intensa historia y como no su carta, que sobresale de la estantería recordando a lo que noche tras noche me agarré.

Pero hoy, no vale nada de eso... Ni recuerdos, ni terapias, ni objetos, ni pulseras... Tampoco soluciones, hoy no vale nada... Tal dejar de pensar en todo y en nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario