sábado, 17 de septiembre de 2011

Algo más que una noche de septiembre.

Duermo para recordar una de las mejores noches vividas.
Puedo afirmarlo de mil formas diferentes pero lo que ocurrió esa noche es algo indescriptible.
La oscuridad nos rodeaba acompañada de una maleza blanquecina producida por el reflejo de una luna llena que iba menguando a medida que iba pasando la noche.
Salimos de la finca atrasados al grupo al que perseguíamos, buscando un lugar donde poder hablar tranquilamente. Caminamos un par de metros llegando a un camino donde las posibilidades de elegir eran dos. Cogimos el camino de la izquierda, y seguimos caminando hasta detenernos en mitad de uno de los caminos de tierra. No sé cómo pasó, mentiría si dijese que me acuerdo de todo, desde el principio hasta el fin, mentiría si os describiese cómo comenzó toda una conversación llena de sentimientos, de amor, de un cariño que jamás había sentido de esa manera.  No era el sentimiento de amor platónico, no, sino de delicadeza, de saber que todo podía terminar en cualquier momento y mantener cierta distancia a la vez que la unión eterna que caracterizaba el momento. Era una escena completamente de película, y posiblemente por ello seguimos actuando como lo estábamos haciendo.

-No eres una más, y por mucho que me duela esto va a terminar, ambos lo sabemos.

-No digas eso, no va pasar. Eres lo que buscaba y no te voy a dejar ir...

-Cariño, te quiero, no sabes cuanto, no te haces una mísera idea... Pero sé que no va a durar siempre, la eternidad es mucho tiempo y pueden pasar tantas cosas que luego estas palabras ya no servirán.

El resto de la conversación se mantuvo en la misma línea, a veces más intenso, otras el simple hecho de escuchar nuestra respiración era más que suficiente... Llovían besos, caricias... Hubo un momento en el una lágrima cayó, y fue justo ahí donde me di cuenta que sí es posible llorar por algo que ya tienes.

viernes, 16 de septiembre de 2011

La nada, lo único que hay.

Cuando el sueño te consume, las ganas de escribir menguan bastante, las ideas se marchan y los sentimientos se apartan lo suficiente para dejar paso al descanso.
Como sabéis llevo días sin escribir, o mejor dicho sin subir textos al blog, puesto que escribir es una actividad que no dejo de realizar. Con esto quiero decir que sigo pensando cómo es la vida, que factores la determinan, cuales no, vueltas que damos y relaciones que mantenemos.  Y concretamente de esto último es de lo que voy hablar.
Seguramente cuando cierta persona lea lo escrito aquí, sienta un malestar que pueda traerme "problemas" pero en realidad lo que quiero es explicar algo a quien todo el mundo le pasa, abrir  los ojos a los leyentes y conseguir que al terminar el texto cada uno diga: -¡Basta! Tiene razón. Solo yo.

Nada es tan eterno como uno mismo. Nada.
La eternidad se caracteriza porque es tan larga y tan duradera que es imposible que nada dure para siempre. Y cuando digo nada, es nada. Todo termina, tiene un fin y se acaba.  Partiendo de esta base...¿Por qué enamorarnos de una persona si sabemos que algún día terminará? Quiero con todas las letras a la chica con quien estoy ahora, con una y cada una de las letras sin excepción. La quiero, no lo puedo evitar. Pero en el trasfondo sé que no durará siempre, algo de lo que todo el mundo habla y uno se termina dando cuenta que verdaderamente es así, hablo de la expresión " Las vueltas que da la vida"  En este camino ocurren mil cosas diferentes, por la mañana todo va perfecto, y en unas horas las cosas cambian de tal manera que ya no es igual nada. La cosa puede terminar, o no, pero ¿Y si termina? ¿Quién te dice a ti que no encontrarás a otra chica igual? ¿O a la misma en unos años? Tal vez la primera novia que tuviste, tu mejor amigo... O simplemente gente nueva... Nada es eterno, nada lo es. Todo termina, y si no lo hace seguro que existe algo que lo consigue... Mientras tanto solo queda esperar.