martes, 30 de abril de 2013

Señales.


Las gotas caen sobre su rostro deslizándose hacia partes de su cuerpo de manera aleatoria.
Una de ellas cae en su rodilla, que pese a molestarle e incluso a veces a dolerle sigue corriendo sin pausa, esquivando rocas, surcos y medianos torrentes formados por la lluvia.
El frío no es un inconveniente, no esta vez, pues el ritmo de carrera que lleva pese a las adversidades es alto, más alto de lo normal, no tiene miedo a que su cuerpo le falle pese a su falta de costumbre después de la lesión, confía en él, como siempre hace.
La música le da ese ritmo y esas fuerzas que las grandes laderas de la montaña reducen, su respiración se agita, y sus manos han dejado desde hace bastante tiempo de responder, pero pese a todo él sigue. No hay nada que consiga pararle, ni tan siquiera los charcos que se interponen en su camino cubriéndole gran parte de los gemelos, llenando de agua y barro sus calcetines, sus zapatillas, aumentando considerablemente  el peso de sus pies. Pero le gusta, la dificultad le llama la atención, y más cuando corre para olvidarse absolutamente de todo, para desconectar y al mismo tiempo pensar, buscar un equilibrio entre la respuesta que busca y los kilómetros que recorre. Cuánto más corre, mejor es la respuesta.
Continua sin pausa, subiendo las largas cuestas, comparando el esfuerzo que tiene que hacer con su propia vida, momentos en los que subir el camino y parar es rendirse de manera automática, viendo a lo lejos todo el recorrido que le queda y que no sabe a donde le va llevar, porque esta vez, siguió hacia lo desconocido.
La música se para, el móvil sin saber por qué se apaga, no es la batería, no está mojado… Es una señal, como la que más adelante se le avecina. Sigue su carrera, sin música, escuchando como la respiración se acelera más y más, las gotas de lluvia comienzan a caer más rápido, los acantilados pasan a su lado sin poder contemplarle más de unos segundos, los pájaros buscan un lugar seco y acogedor, pero él corre, corre, corre…
 Las liebres se cruzan por su camino, y cuando encuentran un lugar seguro se quedan también observándole. Otra sin embargo le sigue, corre a su lado atraída por la curiosa escena, pero igual de rápido que aparece se desvanece.

De pronto para.

Mira lentamente a su alrededor, la lluvia le sigue advirtiendo del riesgo de hipotermia, pero él, sigue buscando una explicación de cómo a llegado hasta allí. Mira atrás, buscando la solución más sencilla de volver a los lugares que él conoce, pero algo piensa que le hace seguir hacia adelante. Esta vez andando, tranquilo, saboreando ese momento de soledad absoluta y buscando una explicación a por qué no echa marcha atrás pese a que está oscureciendo, comienza a tener frío y su estado físico no es del todo favorable.
En el fondo  lo sabe, no le gusta volver al pasado, no le gusta retomar sucesos que han ocurrido  y que no tienen solución, que después de tanto esfuerzo, de decepciones y alegrías, volver atrás es un error, pasado pisado, y él en ese momento había pisado metros y metros de camino que no volvería a pisar. Siguió hacia delante, pese a que el camino que seguía era completamente desconocido, pese a encontrarse a unos pocos kilómetros de la puerta de su casa.
Mantiene el mismo ritmo, y como un loco comienza a gritar. Grita de impotencia, de felicidad, de tristeza, de apatía, de dolor, de tranquilidad por encontrarse allí, grita y se ríe, como si la escena le causase gracia, pero él sabe por qué está ahí, porque sin previo aviso se ha puesto el traje y ha salido a la locura, solo él lo sabe, y por eso mira al cielo, cae una gota de lluvia a su ojo derecho y se junta con una imperceptible lágrima.
Camina un rato, mientras admira los cultivos sin explotar, a la lejanía debajo de los acantilados, se queda inmóvil, sorprendido por la llanura, soñando e imaginando qué haría si se encontrase allí mismo.
Correr de un lado a otro, con una pelota, como si fuese pequeño y no tuviese preocupación, aparecería el típico granjero que iría detrás de él porque un niño a pisado sus tierras destrozando toda la cosecha.
Pero soñar, dura apenas unos momentos, vuelve a la realidad, a su estado de embriaguez por lluvia, siguiendo el camino que le lleva a la nada y vuelve a mirar atrás.
Ahora lo comprende todo, después de tanto lo siente en su misma carne, de diferente manera, pero se da cuenta de ello.
Quiere seguir adelante pero se siente con miedo por no conocer el camino, no sabe lo que le depara, no sabe si es largo, corto, sencillo y encima oscurece más aún lo que no le permitirá ver más allá de pocos centímetros. Mira atrás para volver sobre sus pasos pese a que no le guste, pero sabe que es la opción más segura.

Hace un símil, y vuelve a confirmar su teoría, “Se refugia en su pasado porque es lo que conoce,  pese a las adversidades que ha tenido, y lo mal que lo ha pasado en algún momento le hicieron feliz. Lo desconocido le abruma, tiene miedo,  aunque una parte de sí misma quiera seguir adelante, pero como el camino es desconocido se adentra en lo que fue y no en lo que será, sería algo así como es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”
Había seguido las señales que le habían llevado hasta ese momento, hasta esa reflexión tan peculiar y a la vez tan espontánea.
Algo dentro de él cambió, lo suficiente para volver a coger aire y enfrentarse a lo que menos deseaba, volver por donde había venido, no sin antes dar unos cuantos gritos explicando todo esto al mundo inadvertido recordándose que en unos días volvería a acabar lo que un día empezó.

jueves, 25 de abril de 2013

Diario de...(No os aconstumbreis)

No me he levantado y ya veo que el día de hoy va a ir cuesta arriba, más de lo habitual.
Mi autoestima casi está por los suelos, me estoy empezando a comer la cabeza y sólo tengo ganas de no levantarme de la cama...
Me he acostumbrado a algo que echaba mucho de menos, y aunque ahora lo reciba de diferente manera, o no lo reciba, tengo que aprender a convivir con ello, con todo lo nuevo y no tan nuevo.
Hoy es un día de mierda, y sólo espero el momento en que llegue la tarde para que el trabajo me realice un poco...
37 días, 25 en otro...Que acabe todo ya...

viernes, 19 de abril de 2013

" La voz dormida"


Agarré su mano de la parte posterior, susurrándole con ternura que dejara de llorar, que pronto volvería María a estar con nosotros. Él, mientras gritaba su nombre desconsolado, necesitando que apareciese delante de sus ojos para calmar el lamento de niño pequeño,  le abracé.
Aproveché el momento para traerlo a mi regazo mientras con la otra mano le acariciaba partes del cuerpo para conseguir inducirle el sueño…
-          - ¡María, María! Siguió gritando un poco más suave, pero con las mismas ganas, tal vez incluso más que la vez anterior.
Como un ángel vino a su encuentro, no sin antes haberse cepillado el pelo un par de veces.
-         -  Ya estoy aquí pequeño, venga es hora de dormir.
Esas palabras me calmaron, no solo al niño que poco a poco consiguió quedarse dormido, sino sobretodo a mí mismo.
Me sentía vulnerable, y ella como una madre sin serlo nos dios ese toque de protección que ambos necesitábamos.
Quise gritar, no solo durante esa parte de la noche, si no también durante las horas anteriores, “La voz dormida” me dije, en un intento de buscarle un nombre a la situación, sabia que sería el remedio más eficaz, menos traumático  y con menos consecuencias.
Sin ganas y con la ficticia protección que un niño de dos años y medio podía ofrecerme le acompañé en su sueño, ambos en ese momento necesitábamos la compañía de alguien, y en nuestro caso, ninguna de las dos personas estaba disponible.

martes, 16 de abril de 2013

El momento más feliz de mi vida


Si hubiese sabido que era el día más feliz de mi vida, no lo hubiese dejado escapar jamás, pero el tiempo como todo,  pasa, y no nos percatamos de los momentos hasta que somos realmente conscientes de ello.
En aquella ocasión ambos nos miramos fijamente, tal fue el  punto de nuestra compenetración que no nos dimos cuenta que nos habíamos quedado solos, apartados del mundo de los locos, reyes de aquel paraíso primaveral, encerrados en una jaula liberal, con cadenas flexibles y rotos candados.
Salimos de las rejas con esfuerzo, pues la llave de nuestros labios había agotado la vía diplomática que nos conducía, sin aviso, a otro encarcelamiento emocional.
Anduvimos un poco, lo suficiente para apartarnos del lugar que nos encontrábamos, esta vez, terminando en un amplio parque a las afueras de Madrid.
Tumbados sin pensar en nada más que en una mentira futura, engañados como niños, pensando que ese momento se repetiría hasta el fin de los días, medité sobre la posibilidad de equivocarme con mi elección, como siempre, la idea de perfección agolpaba la parte frontal de mi mente, aturdida por las miles de ideas que sin sentido y con argumentos brotaban como cactus, doloroso de espinas que rozaban cada uno de mis ideales.
Giré la vista, posiblemente para convencerme de mi error, cuando de nuevo nuestras pupilas se rozaron. De pronto, y con la mueca más sutil que mi cuerpo, conducida por la parte más inconsciente e involuntaria de mi ser consiguió hacer, retrocedí de mis pensamientos.
Ella, como siempre radiante, me invitó a uno de sus juegos, esta vez, consistía en escondernos de las miradas del resto, volviendo a la escena que habíamos tenido hace escasas unas horas, pero ahora, seríamos nosotros los que deseábamos encontrarnos solos, para, por lo menos, recordar parte de lo que no estábamos acostumbrados a recibir.
Por un momento supe que sería el día más feliz de mi vida, liberado de prejuicios, de dudas, de barreras…
Sí, de haber comprendido que aquel era el momento más feliz de mi vida, ¿habría sucedido de otra manera?
Toqué su rostro, conmovido por la absurda idea que me atormentó, esta vez con la certeza de saber que pronto lo dejaría de hacer, seguramente para siempre.

miércoles, 10 de abril de 2013

Sue-jos

Podría jugar a mil juegos y ganarlos, podría incluso, hacer trampas en cada uno de ellos y seguir sin cautela, impulsivo, sabiendo que soy imparable.
Podría en un momento perderlo todo, por jugar a algo más que peligroso, y sin embargo recuperar gran parte de los beneficios, sabiendo que la jugada ya está escrita.
Podría echar un todo o nada, un órdago a la suerte, y ganarlo.
Pero pudiese ser que no... Perder hasta el más mínimo centavo, llorar por no tener la oportunidad de recuperarte...
Vuelves, pasado un tiempo, a demostrar que está allí, pero la partida la dirigen otros muchos que no conoces...Con ansia y rabia aceptas el mayor de los retos, dejarles jugar, irte a otra mesa y jugar de manera limpia, sabiendo los problemas que pueden causarte. Esta vez no, no volveré a perderlo todo...
La mesa sigue repartiendo cartas. jugadas que sabes que con una pizca de inocencia tiene su final, pero no sabes, no es miedo, ¿o sí? miedo a volver desprender lágrimas, aunque de esta manera las desprendas por dentro y tires las cartas al crupier, quien las recoge impasible...
Pero vuelve la misma mano, las dos mismas cartas...
Esta vez no, no de momento...

domingo, 7 de abril de 2013

Érase una vez

Érase, comenzaban aquellos libros en los que una historia con final feliz se adentraba dentro de cada ser.
Érase, narraba el narrador, mil historias que no se cuentan, que no se explican, que no pasan una vez.
Érase, ¡ja! Érase... Y lo sigue siendo, pero
no son los pájaros quienes cantan vistiendo a una linda princesa, ni el ardiente fuego de aquel dragón que lucha contra todo príncipe.
Érase el clamor de un grito inconsciente, oculto bajo ciento de páginas mal escritas, mal expresadas, mal contadas ante un público iluso e imaginario.
Érase... Érase el ¿Qué? La historia, que todos cuentan, nadie comprende, todos opinan...
Érase, y no fue más... Los dragones ganan batallas, las espadas no cortan suficientes, la magia no surge efecto...
Érase una vez, y quien diga una miente, que todo vuelve a tener un sin sentido.