viernes, 29 de junio de 2012

Injusta lucha aquella...





He conseguido percibir el parar de un segundero frente al tiempo, la sutileza de un momento que abrió los ojos a este pobre desamparado. El tic tac de un reloj que cambió su melodía por el  sonido ambiente, casi un silencio con un griterío lejano, imperceptible en la absorción de los pensamientos que me rondaban en ese momento por la cabeza.
Ahora, en este justo instante, después de haber pasado las horas suficientes para que esta joven y reflexiva mente, haya tomado el néctar de Morfeo, sigue sintiéndose estremecida ante semejante situación.
Describir tal momento no es fácil, ni tan siquiera puede llegar a ser complicado... Y es que mientras las duras lágrimas se precipitaban desde lo alto de aquellos intensos ojos color dulzón, el resto describirlo es indiferente… Puede que fuese lo más significativo, o tal vez no, pero sí fue lo que marcó un antes y un después en el aparente sencillo camino de esta injusta vida.
Injusta para aquellos que luchan por lo más querido que tienen y ven como su vida de disuelve lentamente entre desprecios e infravalores, y sin embargo  esbozan una pequeña mueca de felicidad, una leve sonrisa que deja al descubierto que nadie es capaz de acabar con ellos, una fuerza sobrenatural, una personalidad férrea.
Y es aquí cuando tenemos que pararnos a pensar, levantar bien alta la cabeza y decirnos a nosotros mismo: “Nadie puede acabar conmigo, nadie será capaz de conseguir que no pueda seguir adelante en esta dura travesía” Y es ahí, en ese justo instante cuando uno se tiene que dar cuenta que luchar es la única eficaz manera de demostrar al mundo que tú estás ahí.

Desde aquí a Chueca y desde Chueca a la India. –Yoyo-