He conseguido percibir el parar de un segundero frente al
tiempo, la sutileza de un momento que abrió los ojos a este pobre desamparado.
El tic tac de un reloj que cambió su melodía por el sonido ambiente, casi un silencio con un
griterío lejano, imperceptible en la absorción de los pensamientos que me rondaban
en ese momento por la cabeza.
Ahora, en este justo instante, después de haber pasado las
horas suficientes para que esta joven y reflexiva mente, haya tomado el néctar de
Morfeo, sigue sintiéndose estremecida ante semejante situación.
Describir tal momento no es fácil, ni tan siquiera puede
llegar a ser complicado... Y es que mientras las duras lágrimas se precipitaban
desde lo alto de aquellos intensos ojos color dulzón, el resto describirlo es
indiferente… Puede que fuese lo más significativo, o tal vez no, pero sí fue lo
que marcó un antes y un después en el aparente sencillo camino de esta injusta
vida.
Injusta para aquellos que luchan por lo más querido que
tienen y ven como su vida de disuelve lentamente entre desprecios e infravalores, y sin embargo esbozan
una pequeña mueca de felicidad, una leve sonrisa que deja al descubierto que
nadie es capaz de acabar con ellos, una fuerza sobrenatural, una personalidad
férrea.
Y es aquí cuando tenemos que pararnos a pensar, levantar bien
alta la cabeza y decirnos a nosotros mismo: “Nadie puede acabar conmigo, nadie
será capaz de conseguir que no pueda seguir adelante en esta dura travesía” Y
es ahí, en ese justo instante cuando uno se tiene que dar cuenta que luchar es
la única eficaz manera de demostrar al mundo que tú estás ahí.
Desde aquí a Chueca y
desde Chueca a la India. –Yoyo-