miércoles, 6 de abril de 2011

Cuando te persigue la arena....

He admirado el dulce sabor de mi destino. Pienso, y siempre lo he dicho, que todo lo que nos ocurre está predeterminado, que las casualidades no existen y que si por algún casual ocurre algo por el azar, siempre nos repercutirá a corto y largo plazo.
Podría escribir esta entrada desde la más absoluta sorpresa, pero si verdaderamente me paro a pensar, son sin lugar a dudas sucesos como este los que nos hace darnos cuenta que aunque por fuera seamos los seres más protegidos, en realidad no somos más que seres repletos de sentimientos, moralidades y.... ¿Y qué? ¿Debilidades? ¿Acaso es una debilidad el gritar por el ardor del fuego en una ensangrentada llaga? ¿O es débil aquel que pide ayuda? Es cierto que son dos dos ejemplos completamente opuestos y por sorpresa completamente unidos.
Seguramente y podría jugarme más de un miembro y seguro que no lo perdería, que los lectores que apuesten por leer esto, no entiendan el porque del texto, y podría seguir apostando por saber que muchos de ellos no entiendan, ya no el texto en sí como he nombrado con anterioridad, si no el significado en sí de tantas ideas sin una meta fija.

Desde mi conciencia he admirado un refrán que a día de hoy me sigue sorprendiendo en lo que a significado se refiere, muchos lo conocerán, me atrevería a decir que incluso todos:

"Lo que no te mata te hace más fuerte"

Desde siempre he nombrado este refrán como uno de los más ciertos, y es hoy cuando me he dado cuenta que cuando hemos pasado por algo que verdaderamente nos ha marcado nuestra vida ( y esta vez no hablo de esa persona a la que hemos amado tanto...) por mucho que nos persiga, que nos acribille y que nos tiente a volver a caer en el error, existe como un pequeño caparazón que nos protege, que consigue que el dolor que hemos pasado se convierta en un escudo y que cuando un suceso vuelve a ocurrir ya no penetre en nosotros como la primera vez.
Yo, en mi experiencia lo he comparado con el sistema inmunológico.
Enfermamos, creamos defensas y eliminamos el problema... cuando vuelve a entrar, o no lo padecemos o la cura se convierte en un simple trámite.

Hemos aprendido a sufrir, hemos aprendido que las facilidades no existen y que los problemas y las soluciones vienen sin esperarlas.

Para terminar y dejar este pifostio de ideas quería preguntar algo. ¿Hasta qué punto hay que dar segundas oportunidades?

1 comentario:

  1. ¿Realmente hay que darlas?
    Podrás hacerlo en varias ocasiones, pero todo tiene un límite.
    Si se sobrepasa con alguna persona, es que quizás no merezca la pena.

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